domingo, 6 de abril de 2014

COSAS DE MUCHACHA



     Por Carmen Muñoz de Gonzalez
      Villa de Cura, estado Aragua


    


 Crisálida, la de ojos grandes y soñadores, la de mirada serena que cada tarde contemplaba la entrada del pueblo en una apartada orilla y soñaba que algún día aparecería su príncipe azul que, como en los cuentos de hadas que leyó desde niña, la montaría en su corcel para llevársela a otros lugares.     

    Poseía esa pasión de juventud bravía como la misma cascada de agua que veía en el almanaque de su casa. Deseaba salir de esa macoya familiar
     
     Pero un día, una fresca tarde de marzo, con el sol de los venados apareció un forastero en su briosa,  brillante, bravía...¡Moto!  Negra, oscura como la misma noche oscura o como el diablo, porque a los meses Crisálida se salió del capullo y desapareció a la vista de todos, no precisamente con el caballo blanco del príncipe sino en caballo moderno de hierro que la impresionó tanto cuando la paraba de caballito y extendió sus alas al viento, a volarle a la vida, a desafiar el destino junto a su apuesto caballero de chaqueta de cuero.

Sitio web de la imagen: http://debates.motos.coches.net/showthread.php?64899-La-ilusi%F3n-de-recoger-una-moto-al-cuadrado-125-125



BENITO


Por: Carmen Muñoz de González
Villa de Cura, estado Aragua
(Dedicado a la Sra. Luz, secretaria de la Casa de la Cultura,
 quien también conoció al Sr. Benito)

     Con su carreta tirada por la vieja mula llegaba Benito a vender el preciado líquido que haría arder las blancas cocinas de kerosén para la preparación de los alimentos diarios.

     Benito, hombre sencillo, trabajador, recorría las calles del pueblo y las amas de casa atentas a su llegada.  Cada semana las visitaba y hacía el mismo ritual:

     Se bajaba con dificultad de  la carreta, pegaba una manguera que estaba adherida al gran perolón y repartía el preciado líquido.  Una y otra palabra intercambiaba, recibía su pago y a seguir en el trajín diario.

      Las ruedas de la carreta eran de caucho, se había modernizado, pero a su vieja mula y a él los años no le habían pasado en vano y marcaban el peso de la carreta.

      A mi casa iba todos los jueves.  Como era una gran casa, vieja y espaciosa, tenía portón de campo y allí, frente a él, sin falta, estaba Benito.  Nunca nos dejó en falta el kerosén, así ahumaran las cocinas, no nos faltaba.  Ahora todo lindo, pulcro, pero ¡Cuánto hay qué esperar y economizar el gas precioso derivado del oro negro, que se da su postín! Por eso...¡Cómo te extraño, amigo Benito!

COMENTARIOS A ESTA ENTRADA

Hola  me encanto su pagina encontre historias de personas q si conoci de verdad Benito el d la carreta era mi tio y tuve el gusto y placer de crecer a su lado y disfrutar de su compañia , fue una de las personas importantes en mi infancia

quisiera saber si pueden hacer una pequeña reseña sobre PEDRO NOLASCO MARTINEZ Y FRANCISCO PANCHO MARTINEZ (EL COLEADOR son mi abuelo y mi tio me gustaria si no es mucho el pedir gracias

Ysie-k Martinez de Rojas


NOTA: La imagen es sólo referencial, no pertenece al verdadero Sr. Benito, aún cuando la historia sí es real.

Sitio web de la imagen: http://www.atapcoproperties.com/about/history/

jueves, 3 de abril de 2014

LA SILLETA



Por: Carmen Muñoz de González

     En la casa donde me crié -grande, espaciosa, con corredores- había una silla de cuero donde mi abuela solía sentarse.  Cuando alguien del grupo familiar la ocupaba ella le replicaba:
-"Bájate de mi silleta. Cuidado se me la rompen"
     Siempre la recostaba de la pared y sentada en ella contemplaba el patio.
     Pero en las noches de calor de verano macho -entre marzo y abril, cuando arrecia el calor- la silleta se estremecía.  Parecía que alguien se había sentado en ella.  Uno la oía claramente, se volteaba y...nada, ningún ser humano.
     Eso siempre me intrigó y me asustaba.  Era incapaz de ir al baño sola de noche por mas necesidad que tuviera no fuera a ser que me encontrara con un espanto, ya que tenía tan grabada en mi mente la frase "¡Se sentó el muerto!" y yo, niña al fin, lo creía.
     Ha pasado tanto tiempo...la silleta ni se dónde fue a parar, pero lo que sí entiendo ahora es que el cuero cruje por el efecto del calor y eso era todo.
¡Ah malos ratos que me hizo pasar Doña Silleta!

  
Sitio web de la imagen: http://www.iaa.fadu.uba.ar/cau/?p=3714