Por: Carmen Muñoz de Gonzalez
Villa de Cura, estado Aragua, Venezuela
¡Qué cosas tiene la vida! Antes era simple, nada complicada o cumplicada como decía la gente. Todo pasa...así como pasa el viento que ya no vuelve. Recuerdo los famosos coteros, esos buenos hombres que dejaban mercancía cada semana. Pasaban luego a recoger el abono al pago de la misma, el cual consistía en dos o cuatro bolívares semanales para amortizar dicha cuenta.
Vendían de todo: cortes de tela, velos, zapatos, cobijas, y pare usted de contar. Él, maleta en mano, con voz sonora gritaba:
- ¡Llevo todo bueno, borito, barato!
Extranjero, venido de tierras lejanas. Muy poco era el venezolano dedicado a este trabajo. Sólo los que vendían repuestos para las famosas máquinas Singer (las negritas) o los electrodomésticos como las pulidoras Electrolux cuando comienza la modernización de la mujer. Bueno...y para la que la podía comprar, porque mi mamá pulía con aserrín y querosén. Eso quedaba lindo y bello. Pisos de cemento reluciente.
Los coteros pasaban las de Caín porque muchas dejaban la mercancía y se escondían para no pagar. Eran maulas en cuanto al pago. Y otras tuvieron suerte: se enamoraron del cotero. Todo tiene su pro y contra.
Yo recuerdo a un turco, rojo él, en su bicicleta que iba a mi casa. Le dejaba mercancía a mi mamá. Le decían Musio Bonito. Mi esposo hace remembranza de un polaco muy bien trajeado con paltó, corbata y sombrero que se transportaba en su caballo al cual amarraba en las ventanas de las casas.
Los coteros eran de la década del 40 y 50, hasta que Venezuela dejó de ser rural. Luego lograron abrir sus establecimientos comerciales y desaparecieron.
Ahora, en estos tiempos, ya en mi tercera edad, también gozo del privilegio de un cotero, pero es el Sr. Aníbal y su hijo David. Ellos son los que me surten de todo lo referente a productos de limpieza. Vienen religiosamente todos los viernes, se pagan unos y se piden otros. Así, gracias a Dios y a ellos, no hemos carecido de nada. Este es el espiral de la vida: todo va y todo viene. Ahora el cotero viene en camioneta. Atrás quedó la bestia y aún más la bicicleta, que no comía pasto y era más resistente. Yen cuanto a lo de mala paga ...¿Yo? ¡Dios me libre! Tengo grabado el dicho Paga para que se te abran las puertas.