Árbol de cotoperiz con su atractiva carga.
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Esas casas viejas que albergan tantos misterios. Dos patios: el
central y otro atrás donde abundaban árboles grandes, frutales.
Había un cotoperiz frondosa y era justo la época de dar frutos…
más generosos aún.
Pero…(como siempre el pero) decían los viejos de la casa que un
hombre hace años colgó allí la asadura (las vísceras) de su mujer
después de asesinarla. Y que la misma aparecía en forma fantasmal
y se veía clarita, colgada del árbol, meciéndose a impulsos dela
brisa, iluminada por la luna llena… y también por la menguante y
creciente y con iluminación propia en noches de luna nueva. Se
movía ese bulto bamboleándose de un lado a otro como resonando
en la mente del que la osara ver su cruel destino: muerta en las
manos de un esposo borracho y maltratador.
Lo cierto del caso es que uno niño, acostado, al acordarse de ese
hecho se le ponía la piel de gallina y colcha arriba hasta cubrirse
la cabeza.
Lo cierto del caso es que ahora de adulta, recordando aquellos
tiempos, me fijo en detalles en los que entonces no reparé: Los
viejos hablaban de esa historia precisamente cuando la mata de
cotoperiz estaba cargada. Era justamente entonces que aparecía
colgando del árbol la asadura de aquella mujer.
¿Espectros inexplicables pero ciertos? ¿Manifestaciones del más
allá? ¿Violencia de género? ¿O simplemente era que querían que
uno no comiera tanto cotoperiz para entonces ellos poder vender
completa su carga?
Los dueños de la verdad murieron hace mucho, cuando yo aún era
niña, sin embargo, queda este misterio mezcla de horror y
suspenso entremezclados con tantos recuerdos de esa época
mágica de nuestra inocente niñez de la época de antes
Carmen Muñoz de Gonzalez, Villa de Cura, estado Aragua, Venezuela.