Cada día tiene su afán, pero parece mentira que alguna vez nos pasa una serie de acontecimientos encadenados como que si uno fuese martillo y del cielo le cayeran los clavos. Pero, eso sí, allí está mi amiga fiel Mariaté como luchadora, o, mejor dicho, una valiente cacica, repeliendo las flechas del destino y serpenteando el mal rato.
Una semana de estas, para muestra un botón, aparte del problema de salud que atraviesa su consorte a quien, para colmo de males, le dio "culebrilla" (cientificamente conocida como herpes zoster), a su hijo le pega una diarrea de los mil pesares y luego a ella, no conforme con esto, el mismo día se le termina el gas y se le daña la cocinita eléctrica y sin remedio, queda que no tiene donde cocinar los santos alimentos diarios ni donde fabricar esos deliciosos caramelos de papelón con los cuales "se rebusca" el codiciado "efectivo", debe pelar entonces por cocinar a "palogas" (es decir, a leña), siendo que el humo le da alergia. Bien, y para coronar el pastel con su hermosa guinda, alguien le comenta así de simple:
-¡Chica, lo único que te falta es que te orine un perro!
Como muchas veces la palabra tiene poder para lo malo...señores ¿Por qué no desean algo bueno? Va contenta y feliz a dar una clase de inglés a una jovencita y allí habita una perrita linda toda ella, la cual presenta un problemilla de incontinencia urinaria después de habérsele realizado una operación para esterilizarla, o sea, se orina en todas partes haciendo pocitos. Al extremo puesto de la sala en que da clase mi amiga, deja la perrita un pocito, camina sobre él arrastrando la cola por todo el centro y, cruzando la estancia, va a sacudirse ni mas ni menos que frente a la profesora en plena clase, rociándola de ambarino y pronto oloroso líquido de la cabeza a los pies. Cuenta Mariaté que movió la cola no de lado a lado que es lo usual sino en forma de remolino, como un ventilador, así que la roció todita.
Mi amiga, siempre de tan buen humor sonríe:
-¡No, no ha pasado nada!
Se despide del lugar con la fuerza de costumbre, esta ves húmeda y olorosa, pensando, seguramente, qué falta le hace que la toque la varita mágica que señala a los bienaventurados.
¡Dios, buena suerte y que brille la estrella de la fortuna en ti!
Cuida tu verbo, primero se hizo él y luego habitó entre nosotros.
Carmen Muñoz de Gonzalez, Villa de Cura, estado Aragua, Venezuela