Empoderada como ninguna ejecuta con tesón y amor todas sus obligaciones aunque parezcan insignificantes.
La mujer no se deja abatir por el desaliento. Temprano, a eso de las nueve de la mañana y a las tres de la tarde, con su bandeja llena de las tradicionales arepitas dulces sale Thaís Galavís Maestre a comerse el mundo, a trabajar, a vender sus arepitas. Con voz melodiosa va caminando alegre y juguetona al viento, con suave susurro dice: "Hay arepitas" Es su forma de ganar algún dinerito para completar el salario, ya que la amiga es una excelente cantante de música llanera, siendo festivalera, pero también canta música bailable de diferentes géneros.
Perteneció al grupo de Defensa Civil donde se destacó por su disciplina, responsabilidad y por estar siempre dispuesta a colaborar.
Lo más bonito que recuerda ella que le sucedió cuando inicio su venta de arepitas, recuerda que ese día no había en su casa mucha comida, sólo medio kilo de harina y una bolsita de anís. En eo, su padre le dice, en medio de la situación, que haga unas arepitas para comer.Como le quedaron exquisitas, muy suculentas, le da la idea de por qué no vende arepitas. Y con esa bella iniciativa de su padre, sale a la calle a promocionar su venta. Recientemente, el veintiuno de marzo, cumplió diecinueve años "pateando las calles" de Villa de Cura.
Ha cumplido con la crianza de sus tres hijos sola, enfrentando crisis económicas, pero sobrevivió y lo sigue haciendo. En su faceta de cantante fundó la agrupación "Ritmo y Sabor" Gracias a esta agrupación, su primo, Francisco Maestre, se da a conocer en el mundo artístico. Por eso, una mujer combativa es sinónimo de luz, donde se concibe el reflejo de un mundo mejor.