Por Carmen Muñoz viuda de González
La escuela, lugar sagrado donde dibujamos nuestros primeros trazos, donde compartimos alegría y llantos, donde nos emocionan nuestras primeras canciones, donde entregamos nuestras almas de niños con dulces sueños, que la luna es de queso y el Ratoncito Pérez - la versión latina de la nórdica "Hada de los Dientes" - tiene una gran montaña de dientitos.
Así como Misia Ana Julia de Ribas, en 1941, preparaba esas niñas en su educación formal en el bello y acogedor patio de su casa, hoy La Morocha - como todos la conocemos - Crusilda Landa, alberga esta chiquillería amorosa y dulce. No solo hay trabajo escrito sino, también el compartir de niños que tanta falta hace.
Misia Ana Julia en 1944 con sus niñas
Esa compenetración maestro - alumno, donde siempre la maestra tiene la razón y la mamá no. Como lo dijo mi maestra: -"Con ese sentido de pertenencia que se apodera de uno..."
Eso de que las letras "entran con sangre" está abolido. Es con amor y paciencia, entendiendo que es un proceso, un ciclo. Mientras más te impongas menos van a dar los niños. Tiene que prevalecer el respeto, la individualidad de cada niño, respetar el momento y el proceso de cada uno como ser humano. El maestro debe adaptar estrategias de enseñanza que le permitan cosechar un óptimo aprendizaje. No se habla solo de cantidad sino de calidad. No se abarrotan de conocimientos los niños, conocimientos que no son significativos para ellos.
El docente debe dejar huellas imborrables en sus estudiantes para que lo recuerden con alegría, que sientan entusiasmo para ir a la escuela, al encuentro con ese aprendizaje y allí, en casa de La Morocha, en La Escuelita de Lili, su patio de mango, con ese verdor, con ese frescor, tipo Simón Rodriguez, lo percibimos.
Ya lleva dieciséis años en esta bella tarea. Recibe a sus niños en las tardes y, en época vacacional, mañana y tarde.
Siempre optimista, con un buen ánimo, con una buena sonrisa, esperando a sus muchachitos.
Hubo en la escuela uno de esos chinitos "de hoy pa' hoy". Todo lo escribía en chino y cuando Lili le decía algo, él, inmediatamente comenzaba a hablar en su idioma lo que sacaba grandes carcajadas a su hermanito. Claro, ella lo mandaba a borrar todo y le obligaba a escribirlo de nuevo pero en español. Otra andanada de palabras en chino del pequeño y más risas por parte de su hermanito.
Un día Lili le preguntó al hermano qué era lo que el niño le decía que le hacía reír tanto, y él respondió con mirada pícara: - "Groserías"
Pero al final el chinito se adaptó y se volvió muy amoroso con ella.
"La Escuelita de Lili" se encuentra ubicada una cuadra antes de la iglesia de Las Mercedes, en Villa de Cura, estado Aragua, Venezuela, "frente a la casa del difunto Ricardo Utrera".
La Escuelita de Lili tiene su logo que colocan en la portada de los cuadernos de los niños, algo de lo que se muestran muy orgullosos, porque los niños son del amor y donde perciben que son queridos...son felices.