Carmen Muñoz vda. de González
Agradezco a @jordan3600 por publicar esta imagen libre de derechos de autor en https://pixabay.com
Este era un hombre con tantos deseos de trabajar que nunca lo hizo. Era guardador de santos. Cada día era devoto de uno de ellos, lo cual le impedía salir a trabajar.
El día lunes se lo dedicaba a las Ánimas, martes a San Antonio, miércoles San Gerónimo, jueves Santa Clara, viernes San Ramón, sábado a la Vírgen y el domingo a San Crispín.
Nunca llegó a producir nada.
Este buen hombre - porque para bueno el mejor - murió y ni siquiera había para la mortaja, por lo que decidieron meterlo en su chinchorro y cubrirlo con ramas de mastranto.
Su esposa, asombrada, camino del cementerio, exclamó:
"¡Pobre marí'o mío, que por guardador de santos se le ven las nalgas por debajo de los mastrantos!"
Para esa época, en esos pueblos remotos no se contaba con el apoyo de ahora, humano ni tecnológico.
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