Por: Carmen Muñoz de Gonzalez
Uno de los integrantes de la agrupación, ante la emergencia, le dijo rápidamente:
-“Maestro, allí vi a mi primo, y como es sólo el tambor, lo que tiene qué tocar se lo puedo enseñar en un dos por tres”
Se llamó al joven, le dieron la pauta que era que al mover a un lado la cabeza el director era la seña para dar el golpe al tambor.
Muchacho al fin aceptó contento el trabajo pero al final del toque, Don Víctor le dice al que lo buscó:
-“Mira, dale este cachete y no vuelvas a buscarlo”
Pero, como siempre hay un pero, el “músico improvisado” que estaba cerca entendió fue que le iban a dar una cachetada y salió corriendo calle abajo asustado, sólo dejó el rastro del polvo de las alpargatas.
Les recuerdo que en esa época se le decía “cachete” a la moneda de cinco bolívares, cantidad que en ese tiempo era bastante.
El mozo no sería invitado de nuevo ya que había demostrado no tener oído musical, ya que el tambor también tiene su encanto y él ni tan siquiera era devoto de Santa Cecilia, la Patrona de los Músicos.
Sitio web de la imagen: http://www.artelista.com/obra/4147899875028789-tamborero.html
Hola. Soy músico, he tocado mucho el tambor también y me sentí muy involucrado en su historia porque he preparado a muchos instrumentistas. Discrepo solo en lo del "oído" pues al ser un instrumento de sonido indeterminado, el oído influye muy poco pero sí el ritmo, la intuición, la musicalidad, el talento, la rapidez mental y otras muchas cualidades que se requiere para el noble arte de la música cuando se ejecuta bien. Enhorabuena y gracias por esa historia tan entrañable y ejemplar.
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