Mi pueblo: Villa de Cura, en el estado Aragua, Venezuela. Hoy les contaré sobre sus bares de antaño, o, simplemente, “botiquines”, también tienen su real encanto en el alma del villacurano. Sitios cargados del más melancólico recuerdo de un guayabo (despecho), de un desamor, o también de un amor platónico vivido por un joven galán que no se atrevía a cortejar a la dama, solo la contemplaba al verla pasar.
Allí en la esquina de Los Albañales, o sea, entre las calles Sucre y Dr. Morales, se encuentra el bar ”El Polo”, regentado por la familia Valera.
En la década de los 50, Don Magdaleno Valera estaba al frente de su negocio. Se le conocía como Compañerito Valera. Un hombre sencillo, honesto, trabajador, quien educó y formó a su familia bajo los principios de la solidaridad.
Es una casa grande, con un portón ancho para la vivienda principal y en el local dos puertasy una ventana alta de hierro. Siempre lo pintaba de rojo vino tinto la parte de abajo y blanco o amarillo arriba, con sus puertas y ventana grises, con su rústica estantería donde exhibía las bebidas y, en época de Navidad, adornaba con unas pequeñas lucecitas dando la bienvenida a dicha festividad.
El Compañerito era zurdo y tenía una fuerza descomunal en su mano izquierda que aún de anciano la conservó.
Cuando alguien se portaba mal le daba un apretón tan fuerte que hacía arrodillar al más bravucón. Sin tener grado de estudio sacaba las cuentas mentalmente sin equivocarse. También tenía una percepción rayana en el sexto sentido, ya que al llegar un cliente lo observaba y decía muy pausadamente: ”Este va a echar el carro, se va a ir con la cabuya en la pata” Al rato, ni la sombra del mismo, a lo que decía a quien le estuviera ayudando en el momento: ”Se te fue, murra‘e pendejo. Así no va a progresar el negocio”
Cuántos asiduos visitantes y a todos les conocía los gustos a la hora de poner música en la rokola:
Al legendario ”Nariz de Vaca” Victor Seijas le colocaba ”El caballo
Furia” del Carrao de Palmarito. Al sargento Medina le colgaba su
favorita:
”A las seis es la cita” con Daniel Santos.
Allí el Dr. Jhon Álvarez se tomó su primera cerveza. Entró camuflado y
se sintió como un super héroe, era todo un hombre, pero sería más bien
un hombrecito, pues el muy pícaro aún era menor de edad. Travesuras
siempre las ha habido.
En el bar ”El Polo” no solo se despachaban bebidas espirituosas, se
recuerda con tanto agrado el guarapito de kola aromatizado con anís. Una
delicia. Era un heladito en vasito. También se vendía el queso de mano,
tan tradicional y exquisito, o los ponquecitos de Doña Mercedes de
Guerra y, por supuesto, los rúcanos, templones o aliados que hacía su
hija, Josefina de Flores.
Quién de estos muchachos no fue a casa de Valera: Ricardo Jaén, Roger Tejada, José Ramón Sandoval, todo un batallón.
Ahora el antiguo bar ”El Polo” es tasca – restaurant El Polo, regentado por Richard Valera, hijo del Compañerito.
Otro estilo, otra época, otro cielo por vivir.
Hay una renovación. La situación actual también está llena de
oportunidades, solo que debemos aguzar la mirada para descubrirlas,
encontrarlas y desarrollarlas. Y con constancia y esfuerzo de seguro que
nos espera el éxito.
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