jueves, 30 de marzo de 2017

AQUELLA INOLVIDABLE CUARESMA



Por Carmen Muñoz de González

La gente de antes (y no tan antigua…la de mi generación) creía en todo lo que pasaba a sus alrededores. Se oía hablar de la hora nona, que en el mes de los difuntos (noviembre) aparecían cosas, y en Semana Santa o Cuaresma, la preparación para recibir al Jesús Nazareno…¡Peor! El ambiente se llenaba del humo que brotaba de los sahumerios que se hacían en las casas los siete viernes. Era la creencia.

Un viernes de Cuaresma, luego que salimos de la escuela, nos reunimos en el patio grande, espacioso, de la casa de las Pérez, a jugar el escondite, policía y ladrón y la ere paralizada. En una de esas, como a las 6:30 de la tarde cuando ya iba cayendo la noche, inventamos amarrar a un chico a una silla. El juego era de vaqueros e indios. Como nos gustaba El Llanero Solitario, jugábamos recreando las historias vistas en la tele. Pero en una de esas, La China vio como un celaje la figura de una mujer que pasó, pero deslizándose en el aire ya que no llevaba pies. Aterrorizada exclamó:
-¡Véanla!

La gritería alegre de todos fue sustituida por el silencio y cada uno de nosotros sí tenía pies pero ¡Para correr a la casa! Y detrás de nosotros, corriendo como bien podía también el chico amarrado a su silla y todo.

Eso sí, ese día nos quedó muy clara la lección: En tiempos de Cuaresma no se puede jugar en el patio hasta tarde.

¡Cuaresma, tiempo de oración, penitencia y reflexión!

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