En las tardes de la niñez, en nuestro bucólico pueblo de Villa de Cura, estado Aragua, Venezuela, salía a la calle, o sea, a nuestra cuadra, un grupo de niños. A veces se nos agregaban otros de la cuadra vecina.
Un día no encontrábamos qué jugar y de repente pensé: -“¿Y si tapamos la cerradura de la casa de Misia Juliana a ver qué pasa?”
Uno de los amiguitos estaba comiendo chicle, el famoso Papaupa que hacía unas bombas gigantes. En un dos por tres se lo mandé sacar de la boca y fuimos derechito a taponar la cerradura en cuestión.
Al rato se asomó por la ventana la señora pidiendo auxilio ya que había alguien que debía salir.
Nos reímos al momento, pero al rato caímos en cuenta de nuestra maldad y asquerosidad al agarrar ese chicle todo baboseado…¡ASCOOOO! Pero al fín…travesura fue.
Carmen Muñoz de González
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