Por: Carmen Muñoz de Gonzalez
En los pueblos pasaban cosas tan extrañas para los aldeanos. Era el siglo pasado, cargado de inocencia y romanticismo.
Aquí, en Villa de Cura, habitó un señor muy circunspecto él. Buen vestir, buen hablar, educación total…pero…el bendito “pero”: se enamoraba él solo de las muchachas.
Al gustar de la chica se paraba en la ventana de su casa y hacía como si hablara con ella.
Le dejaba hasta un detallito: una flor, un pedazo de torta “burrera”, una polvorosa, un poema. Todo lo que concerniera a amoríos en aquella época.
Ya la gente al descubrirlo decía sonriente:
-“Ah, ese es Carrera, haciéndole honor a su apellido y echándole carreras a la gente”.
De allí no pasaba ¡Qué crueldad! Pasó la vida en ese vaivén, sumergido en sus amores imaginarios que lo llevaron a la nada y lo convirtieron en un ser solitario.
Vivió con amores platónicos y murió en su propia nebulosa, sin haber podido disfrutar en plenitud de esa energía que es el amor
Sitio web de la imagen: http://conceptodefinicion.de/amor-platonico/
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