Carmen Elena, mi suegra, en su foto más reciente
Una tradición tan venezolana, tan nuestra, es pedir la bendición. Era impactante cómo mi esposo al levantarse en la mañanita - porque mi suegra era madrugadora y ya las 5:30 estaba despiertica esperando la salida del sol para darle la bienvenida - con aquel respeto le pedía la bendición. Su madre pisaba ya los 98 años y falleció este mismo mes de mayo 2019. Ella, como toda una matriarca respondía "Dios te bendiga, guarde de todo mal y peligro"
La fe, el conocimiento interior de que el Espíritu de Dios nos acompaña en todo momento, el poder de Dios para derribar todo mal de toda circunstancia.
Si entramos o salimos del hogar pedimos la bendición a mamá, a papá abuelos, tíos, padrinos, o alguien a quien consideramos como familia.
Nos acostumbran desde chiquitos. Sin saber hablar ya nos cruzan los bracitos y el mayor dice por el bebé "Écheme la bendición!" y el otro contesta "¡Dios te bendiga!"
Algunos, con más respeto, colocan su manito en el lado del corazón al momento de pedir la bendición.
Considero que el solicitar y "echar" la bendición es la expresión más certera de fe que tenemos, nos fortalece y llena de seguridad.
Bendecimos los alimentos, animales, plantas, todo a nuestro alrededor, el día, ver la luz del sol, es una bendición, porque todo lo bueno que recibimos viene de parte de Dios con gran bendición para nosotros.
¡Hasta un fuerte abrazo es una bendición en un momento dado!
Carmen Muñoz de Gonzalez, Villa de Cura, estado Aragua, Venezuela
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