viernes, 21 de junio de 2019

MI TÍA SENOBIA Y LA BURRA



El campo. La vida rural soleada, fresca, con sabor a humo del fogón, con sus florecitas silvestres que algunas, al chuparlas, saben a miel. Y la pila de agua pura que baja del manantial, allá donde los helechos bordean las piedras y las maripositas bailan en suave danza agitando sus alitas a la luz del sol donde el canto de la paraulata alegra el tiempo.
Mi tía Senobia nació y se crió allí en su casita de sueños, de bahareque, de paredes blancas y ancha franja rosada que al caerle agua lloraba su color.

Un día su hermano consiguió una burra ¿Cómo llegó? ¡Ni se sabe! Deambulaba por los alrededores y se la trajo al patio de la casa.

-¡Mucho cuidado con lo que le hacen a ese animal! - Gritó su mamá desde el pilón -.

Pero ellos, contentos y felices, buscaron un mecate, se lo colocaron alrededor del cuello y deciden montarse los tres hermanitos en la pobre burra.

Allí pasan un rato. La burra nada que anda, pasmada en el mismo sitio.

La tía, como era la más intrépida, busca un chaparrito para darle a ver si arranca, pero nada.

¡Arre, burra!
A poquito rato de bajarse y subirse, en una de esas la burra reacciona, da un gran salto estirando sus patas traseras, se caen y reviven su gran susto acelerando su corazón como un motor y el grito de su papá oyeron:

¡Bájense de la burra que la tengo vendida!
La pobre estaba preñada y con el peso de los tres tripones vaya usted a saber lo que sentiría


.Carmen Muñoz de González, Villa de Cura, estado Aragua, Venezuela




COMENTARIOS:

El abuelo  Hola, Carmencita, hermosa la descripción del ambiente, se siente el aire fresco. Muchachos tremendos


Marcos Leal Excente!! Gracias por compartirlo!

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