Usted osaba pedirle una frutilla de la ocasión y daba las que estaban en el suelo, llenas muchas veces de insectos. Bueno...ellos también tienen derecho de comer.
Mi tía Senobia llegaba contenta tirando del mecate con que tenía amarrada una perola la cual servía para sacar agua y llevar la vasija que llevaba. Era época de las esplendorosas guayabas y la ayuda del cielo había sido muy generosa, había sido productiva la cosecha.
La hermana con anterioridad le había dicho que pidiera unas guayabas. La tía, muy oronda ella, dice:
- Señora Paula ¿Será que me regala unas guayabitas?
La muy viva recogió las del suelo y se las dió, a lo que la hermana interviene "regañando a la tía por pedigüeña" y ella, como no tenía pepitas en la lengua, respondió muy complacida:
- ¡Si fuiste tú la que me mandó a pedirlas!
Por eso, amigos, "muchacho no es gente" y...al dador alegre Dios le ayuda.
Carmen Muñoz de González, Villa de Cura, estado Aragua, Venezuela
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