"¡A la mujer ni con el pétalo de una rosa!" pero ¡Cuán maltratada era la mujer en otros tiempos! Sin estudios ni dinero se veía obligada por las circunstancias, muchas veces, a buscar "la vida fácil", a mantenerse practicando "la profesión más antigua del mundo". Censurada por unos, pero allí lograba obtener algo de dinerito y sobrevivir a su rutina diaria.
Antes la mujer no tenía tanta participación ¡Nada! El oscurantismo total "Estudie para que sea gente" era lo que se oía.
Viene a mi m emoria el recuerdo de Encarnación, siempre olorosa a Colonia 77, con su alegre vestido floreado, cabellera negra azabache, largos zarcillos de oro cochano en forma de triángulo. Al reir ¡Cómo le brillaba su boca! Parecía que se había tragado el sol. Reluciente, esplendorosa, radiante sonrisa, blanquísimos dientes enmarcados en oro. Otros tiempos, ahora los jóvenes sonríen pero su dentadura de metal dizque "brackets y alambres", bueno, frenillos para el arreglo dental. No, esta mujer los había orificado con prestancia, daría "caché" tenerlos ribieteados en oro. Siempre atenta, alegre:
-¡Buenas tardes, misia! ¿Cómo está la niña?
Y mi abuela entablaba conversación cotidiana con la visitante. Todas las tardes pasaba por frente a mi ventana donde yo la esperaba como el día espera a la noche. Luego, al ella llegar, esperaba ansiosa a que la conversación terminara y ella se despidiera:
-¡Hasta mañana, que descansen!
Era cuando sacaba un "medio" (La moneda de Bs. 0,25) el cual depositaba religiosamente en mis manos. Yo salía enseguida a comprar mi Kola El Polo endulzada con miel de abejas.
¡Siempre el mismo ritual, el mismo recorrido, la misma parada, sólo el cambio de fecha y uno que otro día saltado! Nadie comentaba nada, se despedía, se perdía por donde sale el sol ¡Ese mismo sol atrapado en su boca!
Un día no pasó más. Alguien comentó que había partido al sur del país.
-¡Seguramente... - Contestó otro - ...al Callao. A Guayana, donde sí hay negros con dientes de oro!
¡Dios!...Se me fue Encarnación, se me fue mi Kola El Polo, pero el oro sigue brillando al sur del país.
Ya no tengo mi ventana.
¡Cómo añoro a mi abuelita!
Carmen Muñoz de González,
Villa de Cura, estado Aragua, Venezuela
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