jueves, 3 de noviembre de 2022

LUZ Y SABOR


Rosana Hernández Pasquier



Carmen Muñoz de González
Villa de Cura, estado Aragua, Venezuela

Hoy mi página se llena de luz y sabor. Sí, señor, luz de conocimiento y sabor de comida, porque de quien voy a hablarles es de una amante de la gastronomía venezolana en el renglón de dulcería. Es mi paisana, mi coterránea, cien por ciento villacurana, la poeta Rosana Hernández Pasquier.


Amante de la poesía y, por ende, escritora excepcional de la misma, llena de sentimientos que nos transportan a vivencias infantiles, a amores apasionados o al recuerdo de aquel toro encantado, de oro,  que perduran en la memoria de los viejos pueblerinos, y su otra pasión: la cocina.


Lleva en su espíritu esa herencia familiar del fogón, heredada de parte de sus dos abuelas, tanto la materna como la paterna, hacedoras de aquella granjería criolla que se perdió del paladar del venezolano.


Tanto ella como su hermana Flor de María rescataron del recetario familiar la famosa Torta Melosa - que era la predilecta de nuestro Libertador Simón Bolívar - , los suspiros de merengue a la usanza del tiempo de la Colonia, los exquisitos dulces de limón e higos y las no menos deliciosas mermeladas caseras de cebolla, naranja, tomate, guayaba y la "delicada de guayaba" que es una exquisitez ya que su apariencia, consistencia, color y textura es idéntica a la de la miel y en el paladar produce la mágica sensación de estar degustando "miel de guayaba".

 Uno de sus poemarios, mi favorito, es "La Ceremonia del Horno", que nos habla de los alimentos y su preparación, algo sagrado para mí, porque es una bendición saberlos preparar y compartirlos con agrado para otros.




 Antes que Laura Esquivel hiciera su famosa novela gastronómica "Como Agua para Chocolate" ya Rosana nos hacía familiarizarnos en forma poética con los diversos aromas  de la cocina.

Ella siempre bohemia, dulce, atenta al saludar, con ese aire afrancesado de mujer  que departe en los cafés parisinos su tertulia sobre alguna obra literaria. Esas mujeres que se revelaron contra los paradigmas de su época. Alegre, risueña, en su época de juventud apasionada. Ahora, como el buen vino, se conserva divinamente y ha retornado una bella idea: tardes placenteras para entrar en contacto directa con las diversas formas que toma el arte y pasar momentos sublimes que engrandecen nuestro espíritu, - que tanta falta nos hace - y tocan las fibras más profundas y sensibles de nuestra humanidad.