miércoles, 12 de junio de 2024

Ricardo Antonio Castillo Carvajal

 


En el marco de los 302 años de la fundación de nuestro pueblo, Villa de Cura, y como todos los 25 de mayo de cada año, la emblemática calle Sucre - antigua calle "La Chancleta" - celebra con gozo las festividades en las cuales pasamos un día diferente.

En otros tiempos en esta calle se realizaban los toros coleados aquí en La Villa. Tenía sus calles polvorientas, casas con techo de tejas y paredes de barro.Hoy en día se engalana con la cabalgata famosa de los coleadores y su tarde de música llanera. También es ocasión de  brindar un reconocimiento a los habitantes de la cuadra y entre ellos, este año, hubo uno significativo para Ricardo, hombre que se preocupa por la comunidad. No sólo la cercana sino toda aquella a la que pueda prestar su ayuda.
Porque el "amor al prójimo" lo profesa Ricardo con sus actos.





Nació en Píritu, estado Portuguesa, el 15 de octubre de 1962. Es casado con Catalina Silva de Castillo
De la unión dos hijos: Francisco Antonio, que este año se gradúa de médico en la Universidad de Carabobo y Reizi,  - que en paz descanse -  abogada,
de la Universidad Rómulo Gallegos.




Llegó aquí al pueblo por primera vez el 4 de abril de 1984 al barrio El Carmen a visitar una tía y ya en la tercera visita conoce al jefe de personal de la empresa de refrescos "Golden Cup" que funcionaba acá para ese época, y este le dice:
- " Este llanerito tiene cara de trabajador" y le ofrece un empleo con la condición que si le gusta continúe y en caso contrario "no ha pasado nada". Duró tres años en dicha compañía.


Al casarse se muda a la calle Sucre en la cual tiene treinta y un años haciendo vida en común.
Estuvo al frete de la antigua "Bodega de Emilio Lovera", allí pasaron quince años y luego cambia de ramo a la publicidad, todo lo relacionado con esta profesión.

Es Bachiller, y a los conocimientos que adquirió en el servicio militar en un Curso de Primeros Auxilios les ha sacado provecho porque a la hora en que lo necesiten va y coloca una inyección sin interés alguno, sólo  que se recupere el enfermo, y está dispuesto a ayudar en todo lo que pueda.

Una de las anécdotas de su época de bodeguero - que recuerda con mucho cariño - es de un señor - él con dinero, no era tan pobre, tenía sus "cobres"- que vivía aquí cerca. Iba a comprar un paquete de galletas María, el cual valía 1,50 el paquete entero. Con mucho asombro se las "barraja" en el mostrador y le dice que eso está muy caro,
a lo que Ricardo, con la sonrisa que lo caracteriza, le hace referencia al hecho de que el señor "tiene cómo.pagarlo".
El hombre da la media vuelta y sale refunfuñando. "¡Partida!" ¡No pisó más la bodega! Eso sí, mandaba a otro.


Ricardo deja una buena huella donde le toca desenvolverse.
Ya sea en la escuela donde estudiaron sus hijos o en cualquier sitio al que se incorpore.
Para él nada es imposible. Si es posible está hecho y si no lo es ¡se hará!

Felicitaciones, amigo Ricardo, extensiva a todos los paisanos homenajeados por mi antigua calle Sucre, donde nací. Felicidades.