viernes, 21 de junio de 2019

LA TÍA SENOBIA Y LAS GUAYABAS


La querida tia Senobia con sus vivencias campestres, no le falta una. Cierta mañana su hermana la invita a buscar agua a un aljibe cerca de su casa. Llega contenta al sitio señalado. Había una casa grande rodeada de amplios corredores y de muchos árboles frutales que eran la delicia de grandes y chicos. Olorosas guayabas, apetitosas naranjas, brillantes mangos que parecían bambalinas adornando su vistoso ramaje. Carnosas ciruelas "fraile" y el apetecible tamarindo ¡Pura vitamina C concentrada! Pero, como nunca falta el "pero", la dueña de la casa era tan pichirre que pasaba a miserable.

Usted osaba pedirle una frutilla de la ocasión y daba las que estaban en el suelo, llenas muchas veces de insectos. Bueno...ellos también tienen derecho de comer.

Mi tía Senobia llegaba contenta tirando del mecate con que tenía amarrada una perola la cual servía para sacar agua y llevar la vasija que llevaba. Era época de las esplendorosas guayabas y la ayuda del cielo había sido muy generosa, había sido productiva la cosecha.

La hermana con anterioridad le había dicho que pidiera unas guayabas. La tía, muy oronda ella, dice:

- Señora Paula ¿Será que me regala unas guayabitas?

La muy viva recogió las del suelo y se las dió, a lo que la hermana interviene "regañando a la tía por pedigüeña" y ella, como no tenía pepitas en la lengua, respondió muy complacida:

- ¡Si fuiste tú la que me mandó a pedirlas!

Por eso, amigos, "muchacho no es gente" y...al dador alegre Dios le ayuda.


Carmen Muñoz de González, Villa de Cura, estado Aragua, Venezuela


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