sábado, 25 de febrero de 2017

CARNAVAL





Por: Carmen Muñoz de González


Fiesta tradicional dedicada al Dios Momo, pero ¿Cuánto ha quedado de esta fiesta carnestolenda? Poco, mucho, nada.  Sobrevive al tiempo ¡Qué recuerdos, anécdotas de o vivido guardamos como fiel tesoro. Añoranzas de un pasado, de la historia popula, que contribuye al fortalecimiento de la comunidad.

Antes: disfraces sencillos, mamarrachos, los preparaban con lo que tenían a su alcance: una almohada, que se colocaba de barriga para aparentar una mujer a punto de parir, o de joroba, para simular a un viejecito e ir a os bailes en la Plaza Miranda.

El encargado de la música era el señor Ricardo Flores con su picó. A mover el esqueleto.

Lindas negritas, dominós, arlequines, pierrots, una linda dama con grandes aretes que perseguía a los chicos.

De esa época una anécdota: Un señor que le estaba montando cachos a su esposa, ese envalentonó un carnaval y decidió no llevarla a ver el baile en la p laza.  La muy pícara se hizo la indiferente pero al partir él, más atrás salió ella.  En el rebullicio lo capturó: una linda chica vestida de mejicana con un lindo sombrero bailaba muy emocionada con su galán.  La señora no perdió tiempo: de inmediato se les acercó con gran coraje y de u n sólo templón le bajó el sombrero hasta los hombros mientras le decía con fina expresión:

-"¡Hasta aquí llegaste, hasta tu Rancho Grande, Adelita!" Bautizándola así con el mote de la Rancho Grande quita marío.  

Pero la dama nunca aceptó que el vagabundo era su marido.

Ahora tenemos...¡Carnaval, papelillo, caramelo y pelazón!

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